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12/1/09

Casamiento sin matrimonio


Quiero compartir una breve reflexión en torno a lo que doy en llamar el casamiento sin matrominio: la unión de la actriz Florencia de la V con su pareja. Más allá de las objeciones, creo que es un buen ejemplo de que aún hoy la palabra tiene valor.

El pasado 1° de noviembre los argentinos fuimos testigos de un hecho único. La espectacular boda de Florencia de la V. Más allá de lo bizarro que este suceso pueda resultar a los ojos de cualquiera, lo que me lleva a reflexionar sobre él es quizás algo más trascendente que la posibilidad del amor entre dos personas que biológicamente son del mismo sexo. Esta unión representa la puesta en valor de la palabra.

Los argentinos somos frecuentemente señalados por nuestra pedantería y más de una vez tildados de charlatanes. Por eso creo que este hecho se vuelve particularmente sobresaliente. Porque en cierto modo confirma que la palabra sigue siendo un compromiso ineludible para algunos. Lo dable es el hecho de haber consumado un casamiento, sin existir manifiestamente un matrimonio. Lo cual también recrudece el cuestionamiento a las instituciones y plantea nuevas formas de intercambio social. Vale la pena preguntarse entonces si las instituciones son las que – a través del cuerpo normativo - jurídico - cultural de ideas, valores, creencias y leyes – determinan las formas de intercambio social o si efectivamente estas nuevas formas de intercambio determinan o redefinen a las instituciones.

Creo conveniente además aludir al rol de los medios de comunicación en tanto constructores del acontecimiento. En este sentido, obviando centrar el análisis en la extensa cobertura periodística que tuvo el acontecimiento antes, durante y después, producto de la regla que establece el código periodístico por cuanto el interés en el acontecimiento está íntimamente ligado tanto a la actualidad como a la significación social, es factible ver los efectos de la mediatización, ese proceso de articulación del funcionamiento de las instituciones sociales con los medios de comunicación, que Muñiz Sodré conceptualizó con agudeza. Siguiendo al autor, el episodio que protagonizó la vedette Florencia de la V aparece como un producto de lo que denomina tecnocultura. La noticia se transforma en una tecnología productora de lo real y lo real aspira a una visibilidad plena, insinuando la identificación absoluta entre ver y creer.

Como sabemos nuestra existencia versa entre lo real y lo imaginario. Accedemos a lo real a través de las representaciones imaginarias que tenemos acerca del mundo. Pero esto no quiere decir que no existan cosas reales. Si bien en el caso que analizamos no existió el matrimonio tal y como lo define la Real Academia Española, éste es un claro ejemplo de cómo lo simbólico estructura la vida social. La fiesta, la celebración, la boda entran en el orden de lo imaginario pero lo verdaderamente estructurante es la unión misma, la palabra que designa a ese otro como marido de y como mujer de. Y por cuanto es palabra pertenece al orden simbólico y en consecuencia estructura, determina. La boda, en tanto signo remite a su objeto: el matrimonio; lo representa.

El acontecimiento protagonizado por Florencia de la V da cuenta de la pertenencia de la lengua al orden de lo social. Y en definitiva es este pertenecer el que le otorga la proeza de garantizar el sentido. Es así como fue posible consumar el matrimonio que no fue. Porque finalmente lo que avala, permite, consiente, legitima es la mirada de los otros. Es el hecho de haber pronunciado públicamente “Sí, quiero”. ¿Qué más hace falta?

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