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28/1/08

Tipopiratería


Es necesaria una reflexión común sobre el mercado de las tipografías y su diseño. Frente a la piratería, tienen que existir otras soluciones alternativas, más allá del discurso moral de las foundries y la penalización del usuario.

La piratería de tipos es, si cabe, y a juzgar por las experiencias que me cuentan mis amigos tipógrafos, más dolorosa y sangrante que la de los paquetes de software o la de la música, o la del cine, o la de las fotocopias de libros. Porque si programadores, músicos, cineastas o escritores viven o esperan vivir de su talento, el tipógrafo es víctima de su propia obsesión, y no solo renuncia a poder vivir de su trabajo de tipógrafo, sino que además cae en las redes de la distribución, que como suele suceder en estos casos, son peores que el pirata de consumo.
Hay en esto una parte de ética: como en la música o en cualquier otra propiedad intelectual, lo de piratear es un bofetón para el que vive de los derechos devengados. Pero a partir de ahí, y siempre con la ley como rasero último, hay que analizar y no son precisamente las foundries nadie para echar nada en cara a los usuarios: si ahora se rasgan las vestiduras enarbolando como bandera suya la propiedad intelectual del diseñador de tipos, hasta hace bien poco cuando la piratería de usuario no era posible eran ellos quienes se fusilaban a cañón las tipografías, los unos a los otros, los otros a los unos, y lo que es peor, no se denunciaban en un mezquino pacto tácito de no agresión en el que el auténtico perjudicado era siempre el «royaltero». Y habrá quien diga que tan malo es lo uno como lo otro. En absoluto, entre usar una fuente sin pagar (el pirata usuario) y piratear un diseño para enriquecerse vendiendo miles de copias (no doy nombres que con estas cosas no se juega) media un abismo.

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